Autor: Jorge Barrecheguren Fernández
Fotografía: Yasmín Santos González
Galicia tiene una estrecha vinculación con América, forjada a través de siglos de intercambios comerciales y migratorios con las colonias españolas, especialmente con Cuba. En 1931 el 7% de la población de la isla era originaria de Galicia, según Bernardo Máiz. Muchos de los emigrantes volvieron. Conocidos como indianos, tendrán un papel destacado en la vida económica, social y urbanística de los lugares donde se asientan.
Dentro de la idiosincrasia indiana, la palmera canaria será un modo de recordar Santiago o La Habana. Plantadas en villas, hoteles y bulevares, se consolida como un símbolo de clase social. A veces las historias son más sencillas: en los años previos a la guerra civil un emigrante catalán plantaba una palmera canaria en el Campo de Marte de A Coruña. La había llevado hasta allí en una maceta desde su antigua casa en la plaza de España. Hoy el árbol se yergue majestuoso en el centro del parque, frente al colegio Curros Enríquez.
La plaga del Picudo Rojo
Por desgracia, la imagen imponente de las antiguas palmeras puede llegar a su fin con la probable llegada del voraz Picudo Rojo. Originario del sudeste asiático y asentado en la península desde 1993, este insecto coloniza las palmeras, llegando a habitarlas por millares y devorándolas. Las noticias sobre el avance de la plaga nos recuerdan a una película de muertos vivientes: en Galicia es detectado por primera vez en Gondomar, a principios de 2014. A partir de ahí su avance es demoledor, contagiando el sur de la provincia de Pontevedra y llegando a finales de 2015 hasta Vilagarcía de Arousa. Para entonces, el concello de Tui reconoce que el 90% de las palmeras de su localidad están afectadas. La Estación Fitopatolóxica de Areeiro, centro dependiente de la Diputación de Pontevedra recomienda “en caso de ejemplares pequeños, estos se pueden cortar en trozos in situ y enterrar todos los restos a una profundidad no inferior a dos metros”.
El proyecto
El trabajo busca resguardar la memoria de los ejemplares significativos de palmera canaria a través de un catálogo de fotografías que las relacionan con la arquitectura y el entorno.
La serie recalca la interacción social, urbanística, paisajística pero también puramente emocional que conecta estos árboles, hoy ante un peligro manifiesto, con la sociedad que los plantó.